El negocio del arroz en Costa Rica está protegido de
dos maneras. Por un lado, existe el control de precios tanto para el arroz
granza como arroz pilado en toda la cadena, es decir, su producción,
industrialización, venta al por mayor o detalle y su consumo. Por el otro, la
importación de cualquier tipo de arroz está gravada con un arancel del 35% y
solamente CONARROZ puede importarlo, sin pagar ese arancel, cuando se declare
un faltante para atender la demanda nacional.
Ese diferencial entre el precio del arroz importado y
el precio final de venta, se le traslada a esa organización para el
financiamiento de sus actividades.
Recientemente,
don Óscar Campos, ex presidente de CONARROZ, confesó en una entrevista ante los
costarricenses que, 5 empresas se dejan la mayor porción de beneficios del
altamente protegido sector arrocero. Con ello no ha hecho más que reafirmar lo
que ya había señalado la Contraloría General de la República en el año 2004,
cuando encontró que ese diferencial de precios se distribuyó entre apenas el 3%
del total de productores del grano.
Diez
años han pasado y las cosas no han cambiado. Por el contrario, han empeorado, en
perjuicio de las familias, especialmente de las más pobres.
Diversas
investigaciones y documentos evidencian que las personas que se ubican en el
primer quintil –los de menores recursos– gastan casi la mitad de sus ingresos
en comprar alimentos y solamente el arroz representa un total del 14% de sus
gastos. Asimismo, muestran que esa doble protección al arroz, termina siendo un
mecanismo para transferir recursos de consumidores dispersos, desorganizados y,
muchas veces, con pocos recursos, a productores organizados, poderosos y con
mucha influencia política que se dejan la mayor parte de las ganancias de este
monopolio.
La
propia Defensoría de los Habitantes ha cuestionado tan nefasta situación,
cuando denunció que las ganancias que
obtienen los distintos agentes de la cadena del arroz, salen íntegramente del
bolsillo de las familias, especialmente de las de más bajos recursos que son las
que tienen una dieta basada en este grano básico.
También
lo ha criticado la Comisión para
Promover la Competencia (COPROCOM), al señalar que la fijación de precios del
arroz constituye una manipulación por parte de los agentes
involucrados, sin que las familias se vean beneficiadas.Un estudio del Banco Mundial en el 2006 reveló que el precio del arroz en Costa Rica es entre 30% y 50% mayor que el precio internacional de ese bien, por lo que en la práctica, el esquema de protección se ha traducido en una transferencia de recursos de las familias hacia la cadena del arroz en su conjunto, de nada menos que $396.4 millones de dólares, siendo la industria la más beneficiada, y no el productor― pues a este solo le correspondió un monto de $324.7 millones de dólares.
En el año 2008, un informe de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL) demostró que nuestro país era el quinto en América Latina que registraba mayores precios en los alimentos, especialmente de arroz.
El pasado 12 de Mayo de 2014 se publicó una noticia en
la que se detalla que el arroz que consumimos los
costarricenses es el séptimo más caro de todo el mundo y el 28 de este mes, en
la mencionada entrevista a Óscar Campos, quedó de manifiesto que unos pocos están
ganando muchísimo dinero a costa de otros.
He señalado un gran número de informes y estudios
que sustentan mis argumentos. Pero la mejor evidencia de esta situación es el
sentir de las familias que van todas las semanas, quincenas o meses al
supermercado a adquirir los bienes que necesitan y encuentran un elevado precio
en el arroz que, como no pueden dejar de consumir, deben adquirir sacrificando
muchas otras cosas. Para esa gran mayoría de familias, el precio del arroz,
artificialmente fijado por el monopolio de CONARROZ, golpea sensiblemente su
bolsillo. Quiero hacer énfasis, en especial para aquellos que acusan a los libertarios de no tener sensibilidad social, que mantener el monopolio del arroz e impedir el libre comercio de todos los bienes y servicios afecta a las familias, pero en mayor medida a las de escasos recursos, como lo he venido demostrando.
Bajo
este panorama, resulta impostergable la búsqueda de políticas públicas que
solventen este atropello hacia la población costarricense.
Los
libertarios continuaremos denunciando el abuso contra las familias y
defendiendo sus bolsillos, en este tema en particular, luchando contra el
monopolio del arroz y la fijación de su precio. Estamos convencidos de que, si se lograra eliminar este sobreprecio, el
poder de compra de las familias costarricenses se incrementaría
considerablemente, lo cual redundaría en mejores condiciones de vida para la
población.
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