Sabemos que el déficit fiscal no es
el único problema, pero sí el más importante en este momento. Por ello no es de
recibo la declaración emitida el domingo 19 en cadena de televisión por parte del
Presidente Solís.
Gobernar con dinero prestado, es
decir, con mayor endeudamiento, no es gobernar bien, aunque esa haya sido la
tónica imperante en algunas de las anteriores administraciones.
Si los ciudadanos votaron en febrero
y en abril con la esperanza puesta en un cambio de paradigma, la mejor evidencia de otra concepción del
manejo de la hacienda pública no es la que estamos observando.
Postular en campaña un “NO MÁS DE LO MISMO, PARA LUEGO LLEGAR Y
HACER MÁS DE LO MISMO”, genera
frustraciones peligrosas para el futuro democrático de la nación.
Decir que el presupuesto planteado
será una reversión de las políticas públicas precedentes en materia de gasto,
solo porque se gastará más en acción social, es un sofisma de corte populista,
como electorera es también la posición de acuerpar protestas callejeras para
amedrentar al congreso de la república.
Desde el momento mismo que nuestra
legislación, dio la potestad de aprobar o desaprobar los presupuestos públicos
a esta Asamblea Legislativa, es porque en el seno de la misma están
representados todos los credos, todas la posiciones políticas y todos los
estratos de la actividad económica del país. Y para ello, designó a la Comisión
Permanente de Asuntos Hacendarios y al mismo Plenario Legislativo.
Es en estos recintos donde se decide que se gasta y como se gasta el dinero
público. El poder Ejecutivo puede proponer el plan de gastos, pero ante un gobierno gastón, que no da muestras de
saber administrar con prudencia los escasos fondos estatales, el contrapeso de
un legislativo austero, racional y responsable, es la opción que tiene el
pueblo costarricense para evitar catástrofes financieras del estado.
Ocho de nueve fracciones aquí
representadas, estamos advirtiendo al gobierno que no lleva una hoja de ruta
adecuada en las diversas temáticas.
Vemos con normalidad el disgusto
presidencial ante los recortes planteados al presupuesto enviado, lo que no
vemos con normalidad es endosarle al parlamento eventuales faltantes en seguridad,
salud y educación, porque es precisamente en esas áreas donde menos hemos
actuado.
Cuando el dinero no alcanza, los
gastos se priorizan y orientan según los objetivos más apremiantes. Se congela
lo superfluo, lo excesivo, lo exagerado; y se posponen algunas acciones,
proyectos y programas en espera de tiempos mejores.
Gobernar es administrar, y administrar es planificar, es ejecutar y es evaluar, y no vemos de parte del Ejecutivo, ninguna
de estas tres premisas básicas en el complejo arte de la sana administración.
Sr. Presidente, no debe usted enfadarse porque aquí hagamos lo que debemos hacer, esa es nuestra función. El
control político y el análisis de los presupuestos es un mandato que hemos
recibido, como también es su mandato el control permanente del gobierno central
y los entes para-estatales, la fiscalización permanente del quehacer de sus
ministros y presidente ejecutivos, y la decisión de lo que es prioritario y de
lo que puede esperar.
La democracia callejera no ha sido
nunca una buena consejera, y le recuerdo que los aliados de hoy pueden ser sus
detractores mañana. Cuando el aumento salarial del sector público para enero
del 2015 no pueda alcanzar ni el 2%, yo quiero ver si esos aliados sindicales
que hoy le sonríen, continuarán marchando hacia de Cuesta de Mora o se enrumbarán
hacia Zapote.
No hay comentarios:
Publicar un comentario